martes, 15 de febrero de 2011

RYBNER DANIEL TORKILD HUINCAHUE HISTORIA

Por Juan Berretta, La Voz del Pueblo de Tres Arroyos.- 15-02-2011

"Para mí, este es el centro del mundo", dice Torkild Rybner (82), acompañando su frase con un gesto de su mano derecha como envolviendo todo lo que tiene alrededor. "Para mi también", se suma Daniel (42), uno de sus cinco hijos, y el que heredó su pasión por el campo. Padre e hijo coinciden en la definición que tiene sabor a declaración de principios.
El Centro del mundo de los Rybner es Huincahue, el escenario de la charla y el establecimiento que Torkild primero arrendó allá por los inicios de la década del '50 y luego pudo comprar, y en el que hoy viven Daniel y los suyos. Esa explotación, ubicada en Cascallares, a unos 20 kilómetros de la ciudad de Tres Arroyos, es la base de la empresa agropecuaria que conforman ambos y que se compone de otros cuatro campos en arrendamiento. Y es en donde esta familia de origen danés practica una agricultura sustentable, con la mira puesta en el largo plazo.

Pasado
Torkild nació en 1928, el mismo año que sus padres decidieron establecerse en Cascallares, en un campo cercano a Huincahue. Al cumplir los 18 se fue a Dinamarca para estudiar en una Escuela Agrícola. A su regreso decidió transformarse en chacarero y lo primero que hizo fue arrendar 125 hectáreas de lo que luego se convertiría en su "centro del mundo". Cuando Torkild cumplió los 40 nació Daniel, quien vivió parte de su infancia en Huincahue. Su historia incluye primaria en el Colegio Argentino Danés, secundaria en la Escuela Agropecuaria de Tres Arroyos y dos años en Dinamarca haciendo experiencia. Allí conoció a Signe, nacida en Estonia y madre de sus tres hijos. De su excursión danesa regresó en 1993.
"Cuando él volvió yo ya estaba en una edad para ir dejando y necesitaba alguien que me reemplazara. Y anduvo bien, por eso se quedó: yo tenía muy claro que el hecho de que fuera familiar no le daba ninguna prioridad, y se lo dije, para mi campo quería al mejor", asegura Torkild.
Así los Rybner comenzaron a hacer el famoso traspaso generacional.
Daniel se instaló en Huincahue, y debido a que el mismo campo pasaba a tener la necesidad de mantener a dos familias en lugar de una, decidieron expandirse sumando más campos en arrendamiento.
El recuerdo agrio de aquellos tiempos lo lidera 1996, el año del brotado.
El trigo cosechado apenas alcanzó para pagar el flete... "No pudimos afrontar el arrendamiento de un campo de 200 hectáreas. Eso provocó un retraso muy grande porque teníamos muchos compromisos, y debimos endeudarnos más para poder continuar produciendo", dice Daniel.
"Salimos muy endeudados, tanto que si no se devaluaba en 2002 hubiéramos tenido que vender más de la mitad del campo", completa Torkild.
La crisis se llevó las últimas vacas que les quedaban.

Presente
Torkild y Daniel formaron una sociedad anónima que trabaja 100% campo arrendado -uno de esos es Huincahue, propiedad del mayor de los Rybner-, y todo bajo siembra directa. En total cultivan alrededor de 1500 hectáreas ubicadas en las cercanías de Cascallares. Además, cuentan con un equipo de siembra completo (sembradora, tractor y carro) tanto para grano fino como para grueso. Y eventualmente realizan trabajos para terceros. Los servicios de pulverización y cosecha los contratan.
Preocupados por la salud del suelo y la sustentabilidad del sistema productivo, los Rybner mantienen un planteo 50% de fina y 50% de gruesa.
Sí varían los porcentajes en que participan cada uno de los cultivos que conforman la rotación. Según cómo esté la coyuntura el trigo y la cebada ocupan más o menos hectáreas.
En lo que es gruesa, hace un par de campañas que el girasol dejó de ser el actor principal, posición que le dejó a la soja. Eso tiene que ver fundamentalmente porque a partir del yuyo Daniel le encontró la vuelta al combate de las malezas y además logra una mayor cobertura. Con el agregado de que tiene un mejor potencial de rinde e insume menos costos de implantación.
Si el clima lo permite -tal ocurrió este año- todo lote de fina va a soja de segunda. Gracias a las buenas lluvias que esta zona tuvo a partir de Navidad, los Rybner hoy tiene sembradas 700 hectáreas del cultivo tardío.
El maíz, en tanto, es la niña bonita.
"Me encanta hacerlo, pero es un cultivo muy costoso y hay años en que se puede sembrar más y otros menos", reconoce el menor de los Rybner que este ciclo 60 hectáreas, alrededor de un 10% de la superficie que le destinó a la gruesa.
Huincahue está ubicado en una zona en donde el manto de tosca está a dos metros de profundidad. Y los rendimientos de los cultivos, en general, son de buenos a muy buenos.
En trigo, los últimos cinco años arrojan una media de 4300 kilos, pero esta última campaña fue sobresaliente:
Daniel llegó a cosechar lotes de 7700 kilos/ha de promedio en una variedad, y en sectores se registraron picos de 13.000 kilos. "Eso quiere decir que el potencial está", dice satisfecho. En lo que a cebada se refiere, generalmente los Rybner cosechan un 15 o 20% más (esta campaña la media fue de 6200 kilos).
El campo no se adapta muy bien al girasol, de modo que el promedio es de 2100 kilos, con pisos de 1800 y techos de 2500. El rendimiento del maíz es muy variable. Han llegado a cosechar 9000 kilos, pero también 3000. En lo que essoja de primera, ha tenido lotes de 4000 kilos y también de 0, por eso la media ronda los 2600 kilos. La de segunda, en cambio, es más estable, siempre cosechó más de 1000 kilos de lo que finalmente el clima le dejó sembrar.

Tecnología
"Nosotros tenemos una producción de alta tecnología. Fertilizamos mucho, pero porque hacemos análisis de suelo y un cálculo de cuánto pensamos que vamos a cosechar", explica Daniel. La aplicación de alta tecnología tiene que ver con que necesitan cosechar mucho volumen y con que se apunta a nutrir el suelo.
Mantener estables los niveles de nutrientes es una de las metas que se imponen los Rybner y por ahora puede decirse que es uno de sus mayores éxitos. De hecho, Torkild todavía recuerda cuando en 1976 el inspector que envió el Banco Nación a constatar el estado del campo que él iba a comprar si la entidad le otorgaba el crédito le dijo que era tierra que estaba exprimida por tantos años de agricultura. "En ese momento tenía 4 ppm de fósforo. Hoy estamos entre 12 y 14", cuenta con orgullo. "Eso lo logramos con el sistema de fertilización que estamos realizando, con una rotación adecuada que aumenta los niveles de carbono y con la siembra directa. Así mejoramos también la materia orgánica y la estructura del suelo", agrega Daniel. La relación entre la fertilización y los Rybner comenzó hace más de 30 años, cuando Torkild dejaba que el ingeniero Angel Berardo del INTA Balcarce -uno de los pioneros del INTA en el tema- hiciera sus primeros ensayos. "En esa época era muy poco común la fertilización", dice sobre la experiencia que realizaba el técnico, quien llegó a tener más de 100 parcelas en el campo de Cascallares.
Y si de ensayos se trata, Huincahue hoy es parte de la red de CREA, así como alberga pruebas comerciales y del INTA. Los Rybner siempre le dieron mucha importancia a la generación de información. Es más, eso fue lo que lo llevó a Torkild en 1974 a participar en la creación del CREA Cascallares.
Lo esencial para Torkild y Daniel, es "hacer que esta empresa sea perdurable en el tiempo manteniendo en buenas condiciones el recurso suelo con una rotación adecuada, creciendo en superficie y aumentando la producción", coinciden padre e hijo.
Y así lograr que Huincahue siga siendo el centro del mundo para muchos Rybner más.
SI GANA UNO GANAMOS TODOS



A partir del Plan Balcarce, un paquete de medidas impulsadas para fomentar la ganadería a fines de la década  del '60, Torkild Rybner descubrió la importancia de contar con asesoramiento técnico. Lo habló con su hermano Svend (ya fallecido), y luego lo hizo extensivo a un grupo de productores de la zona. Así fue que terminaron fundando el CREA Cascallares; el segundo grupo más añejo de la subzona Tres Arroyos, de la región Mar y Sierras.
Y ya nada fue  igual para Torkild.
"Como agricultor tengo dos periodos, uno antes y otro después del CREA", asegura Rybner. "Fue un gran cambio porque modificamos nuestra mentalidad. Una de las cosas que nos enseñaron fue que nunca hay que hacer algo porque siempre se hizo así, hay hacerlo porque uno está convencido de que es lo mejor.
Es un cambio mental", agrega.
A partir de CREA, Torkild empezó a paliar la falta de información agronómica que había en la zona. "No había información disponible, entonces nosotros empezamos a generarla", cuenta. "Ahora el problema no es encontrar la información sino aprender a seleccionar lo que sirve de tanta que hay", interviene Daniel, quien siguiendo los pasos de su padre fundó e integra el grupo CREA Tres Arroyos.






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