lunes, 21 de septiembre de 2009

LA VOZ DEL PUEBLO (17-12-08)

Cultivando futuro
Torkild Rybner fue uno de los fundadores del CREA Cascallares y testigo de los primeros ensayos de fertilización desarrollados por el INTA. Su hijo Daniel redobló la apuesta y desarrolló la siembra directa y profundizó la realización de una agricultura sustentable. Entre los dos lograron mejorar el suelo del campo pensando en las próximas generaciones

"¿Sabés cuál es el centro del mundo? Para mi es este", dice Torkild Rybner (80), acompañando su frase con un gesto de su mano derecha como envolviendo todo lo que tiene alrededor. "Para mi también", se suma Daniel (40), uno de sus cinco hijos, y el que heredó su pasión por el campo.El Centro del mundo de los Rybner es Huincahue, el escenario de la charla y el establecimiento que Torkild primero arrendó allá por los inicios de la década del '50 y luego pudo comprar, y en el que hoy viven Daniel y los suyos. Esa explotación, ubicada en Cascallares, es la base de la empresa agropecuaria que conforman padre e hijo y que se compone de otros cuatro campos en arrendamiento. Y es en donde esta familia de origen danés practica una agricultura sustentable, con la mira puesta en el largo plazo. Para que el establecimiento pueda ser el centro del mundo también de los nietos de Daniel.El origenEn 1909 el papá de Torkild pisó suelo argentino y se instaló en Tres Arroyos. Se casó dos años después y se convirtió en transportista primero (conducía un carro tirado por caballos), y en productor agropecuario después. Arrendó una chacra en Copetonas, luego se mudó a San Mayol, y más tarde se instaló en Zubiaurre. El nacimiento de Torkild, en 1928, coincidió con una nueva mudanza, esta vez a Cascallares, a un campo cercano a Huincahue.Al cumplir los 18, Torkild se fue a Dinamarca para estudiar en una Escuela Agrícola. Regresó un par de años después y se largó como chacarero. Lo primero que hizo fue arrendar 125 hectáreas de lo que luego se convertiría su "centro del mundo". Eran tiempos difíciles, de mucho sacrificio: "Arranquésin capital, me prestaron un poco de plata para comenzar. Durante el día le hacía las labores a mi papá, y por la noche él me prestaba el tractor para trabajar lo mío", recuerda. En 1955 se casó y pudo comprar el campo que hasta ese momento arrendaba.En aquellos días en Huincahue se cultivaban trigos de más de un metro y medio de altura, y había muchas ovejas. Los corderos daban carne y lana; los trigos debían rendir unas 25 bolsas por hectárea (unos 1500 kilos) para transitar una campaña sin sobresaltos. Pasaron los años, la majada le dejó el lugar al rodeo vacuno, el campo pudo agrandarse y también creció la superficie arrendada.Cuando Torkild cumplió los 40 nació Daniel, quien se crió en Huincahue hasta que los Rybner debieron mudarse a la ciudad para que sus cinco hijos completaran sus estudios sin tanta complicación: tenían un solo vehículo y era imposible que todos llegaran con puntualidad a sus obligaciones. La historia de Daniel incluye primaria en el Colegio Argentino Danés, secundaria en la Escuela Agropecuaria y dos años en Dinamarca haciendo experiencia. Allí conoció a Signe, nacida en Estonia y madre de sus tres hijos. De su experiencia danesa volvió en 1993."Cuando él volvió yo ya estaba en una edad para ir dejando y necesitaba alguien que me reemplazara. Y anduvo bien, por eso se quedó: yo tenía muy claro que el hecho de que fuera familiar no le daba ninguna prioridad, y se lo dije, para mi campo quería al mejor", asegura Torkild.El traspasoAsí los Rybner comenzaron a hacer el famoso traspaso generacional. Daniel se instaló en Huincahue, y debido a que el mismo campo pasaba a tener la necesidad de mantener a dos familias en lugar de una, decidieron expandirse sumando más campos en arrendamiento.El recuerdo agrio de aquellos tiempos lo lidera 1996, el año del brotado. El trigo cosechado apenas alcanzó para pagar el flete... "No pudimos afrontar el arrendamiento de un campo de 200 hectáreas. Eso provocó un retraso muy grande porque teníamos muchos compromisos, y debimos endeudarnos más para poder continuar produciendo", dice Daniel. "Salimos muy endeudados, tanto que si no se devaluaba en 2002 hubiéramos tenido que vender más de la mitad del campo", completa Torkild. La crisis se llevó las últimas vacas que les quedaban, y si bien fue una descapitalización obligada, tanto no les dolió: padre e hijo se asumen agricultores y con poco afecto por la hacienda. Además, coincide con que en 1998 habían decidido adoptar la siembra directa."Los animales estaban porque teníamos pasturas, que a su vez estaban para mejorar el suelo y poder producir mejores cultivos", resume Daniel. "Además de que es un campo 100% agrícola", agrega su padre.El hoyTorkild y Daniel formaron una sociedad anónima que trabaja 100% campo arrendado -uno de esos es Huincahue, propiedad del mayor de los Rybner-, y todo bajo siembra directa. En total cultivan alrededor de 1500 hectáreas, ubicadas en las cercanías de Cascallares. Además, cuentan con un equipo de siembra completo (sembradora, tractor y carro) tanto para grano fino como para grueso. Y eventualmente realizan trabajos para terceros. Los servicios de pulverización y cosecha los contratan.Preocupados por la salud del suelo y la sustentabilidad del sistema productivo, los Rybner mantienen un planteo 50% de fina y 50% de gruesa. Sí varían los porcentajes en que participan cada uno de los cultivos que conforman la rotación. "Este año, por ejemplo, aumentamos el área de cebada y reducimos la del trigo, por una cuestión coyuntural", explica Daniel. Desde hace un par de años, la empresa hace trigo pan y apunta a cosechar mucho volumen. Le es inviable producir trigos de calidad porque no se lo pagan. "Antes cobrabas un plus y se justificaba. Pero con estas políticas actuales, no tiene sentido. Las medias oficiales nos obligan a producir porquerías de muchos kilos".En lo que es gruesa, el girasol es el actor principal, la soja está empezando a pisar fuerte, y el maíz, la niña bonita. "Me encanta hacerlo, pero es un cultivo muy costoso y hay años en que se puede sembrar más y otros menos", reconoce el menor de los Rybner.Si bien desde hace cinco ciclos toda la superficie fina es destinada a soja de segunda, la soja de primera recién suma dos campañas, a partir de hacerse muy competitiva -por potencial de rinde y menores costos- con el girasol.Huincahue está ubicado en una zona en donde el manto de tosca está a dos metros de profundidad. Y los rendimientos de los cultivos, en general, son de buenos a muy buenos. En trigo, los ultimos cinco años arrojan una media de 4300 kilos, con picos de 7000. Claro que el año pasado la helada hizo que los Rybner cosecharan varios lotes de 1200 kilos. La cebada normalmente da un 15 o 20% más. El campo no se adapta muy bien al girasol, de modo que el promedio es de 2100 kilos, con pisos de 1800 y techos de 2500. El rendimiento del maíz es muy variable. Han llegado a cosechar 9000 kilos, pero también 3000. En lo que es soja de primera, Daniel reconoce que todavía no le encontró la vuelta: las ha tenido de 4000 kilos y de 0. La media ronda los 2500 kilos. La de segunda, en cambio, es más estable, siempre cosechó más de 1000 kilos de lo que finalmente el clima le dejó sembrar.Tecnología"Nosotros tenemos una producción de alta tecnología. Fertilizamos mucho, pero porque hacemos análisis de suelo y un cálculo de cuánto pensamos que vamos a cosechar", explica Daniel. La aplicación de alta tecnología tiene que ver con que necesitan cosechar mucho volumen y con que se apunta a nutrir el suelo.Mantener estables los niveles de nutrientes es una de las metas que se imponen los Rybner y por ahora puede decirse que es uno de sus mayores éxitos. "En 1976 saqué un crédito en el Banco Nación para agrandar el campo y el inspector que vino a ver lo que yo quería comprar con ese dinero, revisó un lote, y me dijo que era un campo exprimido por la agricultura: tenía 4 ppm de fósforo. Hoy estamos entre 12 y 14", cuenta con orgullo Torkild. "Eso lo logramos con el sistema de fertilizacion que estamos realizando, con una rotación adecuada que aumenta los niveles de carbono y con la siembra directa. Así mejoramos también la materia orgánica y la estructura del suelo", agrega Daniel.La relación entre la fertilización y los Rybner comenzó hace más de 30 años, cuando Torkild dejaba que el ingeniero Angel Berardo del INTA Balcarce -uno de los pioneros del INTA en el tema- hiciera sus primeros ensayos. "En esa época era muy poco común la fertilización", dice papá Torkild sobre la experiencia que realizaba el técnico, quien llegó a tener más de 100 parcelas en el campo de Cascallares.Y si de ensayos se trata, Huincahue hoy es parte de la red de CREA, así como alberga pruebas comerciales y del INTA. Los Rybner siempre le dieron mucha importancia a la generación de información. Es más, eso fue lo que lo llevó a Torkild en 1974 a participar en la creación del CREA Cascallares."Cuando vamos a producir tenemos tres objetivos: uno de corto plazo, que es que la cuenta económica cierre; otro de mediano plazo, que es la rotación o la decisión de si aro o no; y el tercero de largo alcance, que es el pensar en las generaciones futuras. Porque yo puedo hacer cosas hoy que dañen la estructura del suelo para mis nietos", explica Daniel.Lo esencial para Torkild y su hijo, es "hacer que esta empresa sea perdurable en el tiempo manteniendo un nivel de suelo que no se debilite con mi rotación, creciendo en superficie y aumentando la producción".Y así lograr que Huincahue siga siendo el centro del mundo para muchos Rybner más.Antes y después de CREAA partir del Plan Balcarce, un paquete de medidas impulsadas para fomentar la ganadería a fines de la década del '60, Torkild Rybner descubrió la importancia de contar con asesoramiento técnico. Lo habló con su hermano Svend (ya fallecido), y luego lo hizo extensivo a un grupo de productores de la zona. Así fue que terminaron fundando el CREA Cascallares; el segundo grupo más añejo de la subzona Tres Arroyos, de la zona Mar y Sierras. Y ya nada fue igual para Torkild."Como agricultor tengo dos periodos, uno antes y otro después del CREA", asegura Rybner. "Fue un gran cambio porque modificamos nuestra mentalidad. Una de las cosas que nos enseñaron fue que nunca hay que hacer algo porque siempre se hizo así, hay hacerlo porque uno está convencido de que es lo mejor. Es un cambio mental", agrega.A partir de CREA, Torkild empezó a paliar la falta de información agronómica que había en la zona. "No había información disponible, entonces nosotros empezamos a generarla", cuenta. "Ahora el problema no es encontrar la información sino aprender a seleccionar lo que sirve de tanta que hay", interviene Daniel, quien siguiendo los pasos de su padre integra el grupo CREA Cascallares y hasta los presidió."El CREA nos permitió tener una mente más abierta, escuchar a los demás, estar atentos a lo que dicen y no estar encerrado en uno mismo. Porque si bien el objetivo es mejorar la rentabilidad, también tenemos que estar abiertos a muchas cosas", comenta Torkild."CREA es la busqueda de la excelencia. Y eso tiene la particularidad de que la excelencia nunca se encuentra, entonces siempre la estás buscando, siempre te estás superando", aporta Daniel.Y el que hace el último aporte es su padre: "Al principio, la actividad se basaba en la aplicación de nuevas tecnologías. La idea era abrir la mentalidad, pero dentro del campo. Con el tiempo, nos dimos cuenta de que hay cuestiones muy importantes que no se pueden dejar de lado. Aunque, sí se pensó desde el principio que toda la información que generamos tenía que estar disponible para todos. En este sentido, también me refiero a tener la mente abierta".Una forma de vida"Nosotros precisamos que la producción sea rentable porque queremos vivir bien y queremos comprar lo mejor para producir. Pero lo que defendemos es una forma de vida. Los productores somos inversionistas, no accionistas. Porque si fuéramos accionistas, debe haber 1000 negocios mejores que el campo, entonces podríamos vender todo y comprar acciones de una multinacional y tal vez ganaríamos más", dice Daniel Rybner. Y agrega: "Pero en ese caso no podríamos estar tomando una cerveza sentados debajo de un árbol, escuchando a los pajaritos o yendo a ver el trigo, y entusiasmarnos, y ver por qué tiene tres granos y no tres. Eso es lo lindo. Esa es nuestra vida. Y todo eso es lo que estamos defendiendo".Claro que para poder seguir teniendo esa forma de vida, los productores necesitan que la producción sea un buen negocio, "inclusive a cero rentabilidad estamos contentos", dice Daniel. "Lo que no podemos es trabajar a pérdida", completa con lógica.Vocación por participar Rybner fue uno de los referentes de los productores autoconvocados en el momento más caliente del conflicto entre el sector y el Gobierno, y no fue una casualidad. Es una persona que está acostumbrada a participar. Ejemplos sobran: fue presidente del CREA Cascallares, forma parte de la comisión directiva de la Escuela Agropecuaria y también de la Asociación Mutual Dan. De todos modos, Daniel deja en claro que "lo más importante y a la que trato de dedicarle el mayor tiempo posible es a mi familia".

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